Escribe Jean Dubuffet,
ideólogo del Art Brut, en la
correspondencia que mantuvo durante el transcurso del año 1968 con el señor
Witold Gombrowickz. Las citas que recojo y comento son de la carta fechada el
día 20 de Octubre. El tema, según mi perspectiva, trata sobre la oposición
cultura-naturaleza en el arte y la cultura: sobre qué puede considerarse
artificial y qué auténtico, o si la oposición de hecho sirve o no de algo.
Por otro lado, tengo
mis “peros” a una parte del planteo, y los peros son lo más importante en un
debate, según el mismo Gombrowickz advierte a Dubuffet en una carta anterior;
sin embargo, este comentario a Dubuffet no quiere
destacarlos. Por el contrario, este texto es un intento por rescatar lo positivo, lo que de una u
otra forma interesa a mi perspectiva. Entonces,
este es el plan: sólo daré uso a esos peros
para “limpiar” la argumentación de Dubuffet según mis propósitos.
Primero leamos un fragmento:
“Habiendo
hecho tabla rasa, denegando todo valor objetivo, todo fundamento legítimo,
negando valor a todo – a todo lo que fascina a los humanos, a todo lo que mueve
de una forma u otra al pensamiento (…) – el resultado, usted lo sabe bien, es
una situación completamente nueva. No nos queda más que viento. Espejismos; y
las fascinaciones que estos ejercen. A partir de este momento los espejismos se
convierten en los únicos objetos de nuestro universo, los únicos resortes de
toda actividad mental”
El horrendo fantasma del relativismo se yergue por
encima del párrafo, ¿no es cierto? Continúa:
“A
partir de este punto empieza mi
nihilismo. O mejor dicho, mi nihilismo toma un signo positivo”
Giro fundamental, y sigue:
“Me propongo, a partir de
este punto, edificar sobre espejismos, crear espejismos (…). Se ha terminado
para mí la anterior distinción entre objetos dotados de realidad y aquellos que
son producto de la imaginación. ¡Desde ahora, un plano único para todo!
Convencido de que nuestras acciones no son más que quimeras, soplos del
espíritu sin otro fundamento que nuestra buena voluntad, tomo decisión de
darles derecho de quimeras, darles cuerpo, carta de naturaleza; y su distinción
entre quimérico y fundado (entre vicio y virtud, entre natural y artificial) no
tiene ya sentido, al menos para mí”.
No es absolutamente
genial?!
Primero extraigamos las
palabras claves: “crear espejismos”, “plano único”, “buena voluntad”, “tomo la decisión”,
“al menos para mí”. En la combinación justa de este pequeño conjunto de
palabras se encuentra la flama de la seductora frescura del planteo. Entonces,
ahora sí, parafraseo: no habiendo límite claro entre lo natural y lo cultural,
no siendo posible distinguir qué sería auténtico y qué artificial, obtenemos un
“plano único” desde donde surgen las creaciones (“espejismos”) apoyadas en nuestras
creencias (“buena voluntad”). Lo auténtico y lo artificial (“quimérico o
fundado”) son sólo atribuciones, operaciones de nuestras creencias que producen
carta de (“tomo la decisión”). Así la oposición carece de sentido según mi
perspectiva (“al menos para mí”: un gesto que dice “okey, esto no es
fundamental para la vida del arte, pero me parece mejor pensarlo de esta
manera”).
Para defender el
nihilismo de Dubuffet no haría falta más. Sin embargo, y aquí aparece mi
principal “pero”, Dubuffet regresa a la oposición artificial-auténtico, contradiciendo
el plano único propuesto:
“Una vez reconocidos como
quiméricos todos los actos del mundo mental (y del otro también, para decirlo
todo), hago una distinción entre ellas, según me parezcan las unas quimeras
frescas y vivas, secreciones del ser mismo (que son raras) y las otras (que
pululan) reflejos de quimeras, falsos
parecidos de quimeras, impuestos –o inyectados- al paciente (o fingidos por él)
sin que su propio ser intervenga.”
El plano único se
divide, una vez más, en dos con un corte platónico: “secreciones del ser mismo”
vs. “reflejos de quimeras”. Continúa:
“El conjunto de estas
quimeras colectivas, prestadas, de estas quimeras enfriadas, apagadas,
propuestas para reemplazar la quimerización personal de cada uno, forma, a mis
ojos, eso que llamamos cultura.”
Establecido el plano
único no se ve cómo sería posible distinguir entre “reflejos” y “secreciones
del ser”. La razón de este regreso puede atribuirse a un temor: a que algo
fundamental se pierda en el plano único. Tal vez en la proposición de un plano
único Dubuffet no encuentre explicación para el cambio en la evolución de la cultura
y el arte. O quizá no vea lugar para la novedad y la originalidad: el genio
artista.
Creo que se trata de un
tropezón en la argumentación de Dubuffet. Dejémoslo pasar. Por lo demás él
mismo en el desarrollo de su epístola encuentra una explicación al cambio, a la
evolución, en la cultura del hombre sin dejar de disolver el problema que
plantea los límites de la oposición cultura-naturaleza, es decir sin abandonar
el planteo del plano único.
“Hay todas las gradaciones,
todas las gradaciones, quiero decir, de profundidad, todos los niveles, en lo
cultural. Sé bien que los espíritus más liberados e inventivos, los acentos más
personales, las más salvajes espontaneidades,
no pueden pretender que nada deben a
la cultura. Pero es una cuestión de más o menos; se trata de saber qué nivel de
esa cultura es el que ha realizado el préstamo, la vieja madera o la albura”.
Así queda zanjada la cuestión: no puede
existir expresión que no esté atravesada por la cultura (y agregaría yo: por el
lenguaje); no puede existir expresión artística o de cualquier clase puramente natural. La oposición
cultural-natural no sirve, al menos en este momento de nuestra historia, para
pensar la cultura o el arte. Sin embargo, podemos distinguir entre más o menos
novedosas, más o menos apegadas a cierta tradición, más o menos radicales, etc.
Ahí se encuentra y es útil la diferencia de niveles o grados.
La razón principal por
la que he recogido y comentado las anteriores citas es que simplemente
simpatizo con el lenguaje de Dubuffet. El tema del debate no me preocupa
demasiado. Parece algo ya disuelto como problema. En todo caso, es la forma en que propone su
visión lo que me
atrae y me inquieta. Además, creo que puede resultar nutritivo para nuestra
actualidad ver cómo aquellos a quienes admiramos han logrado resolver cierta cuestión que
se les presentó como un problema. Gracias a la acumulación y repetición de este
tipo de pequeñas luchas y resoluciones es que hoy podemos ver el tema de la
discusión como algo ya superado.