martes, 29 de marzo de 2011

Stop that train!

Stop that train, I want to get on, my baby she is leaving me now

She said she was going on the morning train,
She won’t be back for long
She said my dear I do love you
No matter what they say or do

El Natty Combo

Corro
bordeando
la hilera de álamos
y eucaliptos
buscando
la frescura
de las baldosas
sin sol

Atravieso
la avenida central
hacia los callejones
que descienden
en curvas
sin interrupción

Esquivo niños
como obstáculos movedizos
mientras soporto
las miradas vidriosas
de los ancianos
en mecedoras
y la molestia de la remera
pegada al pecho
(un bajo costo
si se persigue
la redención)

La carrera
es triste
pero heroica
y el tropiezo que detiene
el cuerpo contra el suelo
es la tregua
de la acción inconciente
que deja escuchar
el ruido de la máquina
poniéndose en movimiento,
el pitido de arranque
y el chirrido de las poleas
que empujan
el acero sobre las vías


En los andenes
y las plataformas
hay quienes
tendrán
sus despidas

Para mi sólo resta
gritar
en la distancia:
¡detengan ese tren,
mi amor me está dejando!

We Walk a Haunted Land - Steven Ward

lunes, 7 de marzo de 2011

La recién llegada III

                                                                                                                                                                  4
(bestia)

Cruzo el umbral de la puerta de calle con alegría desaforada. Todos están aquí. En casa. Mi padre ríe estruendosamente mientras bromea con mis hermanos; mi madre prepara las ensaladas hablando y hablando; mi abuela observa sentada en su silla. Debe ser la ansiedad -por estar con todos, saludarlos, verlos reunidos- la que bombea mi corazón paroxísticamente.  Todos están aquí. ¿Hace cuánto nos los veo? No importa eso. Importa que estemos aquí, juntos, TODOS: sólo falto yo.

En un impulso de notoriedad (¡quiero participar, quiero abrazarlos!) salto a la mesa y desde allí les grito, para divertirlos con la sorpresa. ¿O es tan sólo un ataque de amor y nostalgia? Aunque mi voz sale gruesa, abatida, probablemente por la gran agitación, alcanzan a escucharme. Todos giran a verme. Pero los gritos que lanzan sobre mí, tardo unos momentos en darme cuenta, con decepción, no son de alegría. ¿Seré la única que tiene estos sentimientos tan profundos? Quieren que baje. Mientras me hostigan con ridículos retos, inapropiadamente fríos, me señalan la salida. “¡Fuera de ahí!” “¡Salga bicho!” Desciendo de la mesa con torpeza, ayudándome con las manos. Mi padre se acerca blandiendo una escoba en el aire. “¿Qué les pasa?”, grito, al tiempo que esquivo un violento golpe. “¡Soy yo! ¿Acaso no me ven? ¡Soy yo!” Un escobazo más, cruel, y decido salir ayudándome con las manos apoyadas en el suelo. Mi padre, histérico, toma una vez más la iniciativa y sale tras de mí, dispuesto a perseguirme, lo adivino en sus ojos inundados de cólera. 

¿Acaso hice algo? ¡¿No desean que esté ahí, con ellos?! ¡Quieren que huya! La pena me sofoca, las lágrimas explotan de mis ojos; entonces, escapo. Con mis manos en el suelo corro veloz y hábilmente. ¿Es eso posible? Junto al terror surge el alivio. ¡No saben que soy yo! Me detengo y giro a ver a los míos, a contemplar su ira. En mi boca se pronuncian ladridos. ¿Cómo explicarlo? Mi padre agita sus brazos y mis hermanos tiran piedras. Una me alcanza justo en el costado de mi hocico. El dolor me paraliza y caigo al suelo. Debo estar desmayada, sin embargo, me elevo. ¿Qué ha sido de mi cuerpo? Creo ver algo. Luego, todo es luz.