miércoles, 6 de julio de 2022

La subjetividad estadística

Sobre UNA NUEVA TEORÍA DE LOS ESTADOS. 100 instrucciones para ejecutar poemas, de Emiliano Baigorri Theyler. Borde Perdido editora. 2021.

Por Nicolás Jozami.



Tal como si pudiéramos leer los puntitos que se colocan sobre el casillero de “Contraseña” en cualquier trámite virtual que hagamos; tal como si colocáramos los alias de las transferencias bancarias del mes, en orden para delimitar un campo semántico de la poesía actual; tal como si el “corte y pegue” de algo que se postea en Facebook remitiera a lo posteado ayer y a lo que subiremos mañana, formando un poema visual sintáctico que describe el estado estético de cosas vigente. Las redes sociales se han vuelto el diario ín(éx)timo de nuestras experiencias, un Frankenstein de saberes y desconocimientos, una manera de descubrirse y describirse a sí mismo con esa función particular de ser “un otro” jugando o apostando a estéticas del sentimiento, la sensación y la impostación bastante evidentes.

Este libro de Baigorri Theyler propone instrucciones (tal como las que seguimos al rellenar formularios, al pagar el teléfono, al colocar códigos de tarjetas, etc.) que pueden leerse como fractales moldeados en los que el sentido de los enunciados se vuelven poesía según el envase o formato en que están inscriptos. La propuesta involucra un tema filosófico: en el sentido de un poema, sea soneto o verso libre por caso, ¿cuánto de la experiencia artística depende del molde en el que está realizado? Así como la conjunción de colores y pintura en dos casas iguales es única, sabemos que esos colores cambiarán y serán distintos en cada habitáculo según cómo esté dispuesta y cómo le dé la luz y el sol, ya que las dos casas no pueden estar en un mismísimo lugar simultáneamente; lo mismo sucede con la experiencia estética; la poesía del presente -hasta la hecha por máquinas, tal como la que sale en uno de los epígrafes del libro- no puede obviar, o debe retomar -en su lectura- aquello de que “el medio es el mensaje”.



El vértigo maquínico-virtual de Internet puede ser entrevisto detrás de los cien textos del autor; da la sensación de que todo ya está escrito en Internet, toda la poesía posible como bots que lanzaran huesos de bytes a cada franja de lectores (recordemos que Alberto Laiseca decía que Internet era el Príncipe de las Tinieblas). Vamos con algunos ejemplos: “Un poema/ tecnológico sensorial/ como una app/ del futuro/ con palabras que podés/ saborear/ al pasar al lengua/ sobre la pantalla:/ Ryan Gosling/ iPhone 11/ Levi´s/ Playadito/ Cris Miró/ Random House”. Un bazar al que el método de búsqueda del usuario debe darle sentido, he allí la nueva forma de hacer-leer poesía. Veamos otro: Un poema/ “efecto mariposa”/ como un acontecimiento/ social-total en el que/ alguien, al otro lado/ del mundo/ lee un verso extraño/ y tres meses después/ media humanidad/ lo repite sin poder/ controlarse hasta/ quedar exhausto/ o morir/ (debe contener/ una paráfrasis invertida/ a Gandalf el Gris:/ “Saruman/ cree que solo/ un gran poder/ puede ejercer/ el mal. Pero yo descubrí/ que son las pequeñas cosas:/ las acciones cotidianas/ de la gente ordinaria/ mantienen el bien a raya”). He aquí cómo la virtualidad contiene literalmente a la realidad, o a eso que denominamos realidad. Uno más: Un poema/ sarcástico/ como un mensaje/ tallado/ sobre la piedra/ que diga/ “me gusta”/ o/ “hace una marca/ si estás leyendo esto/ en el 2400”. Aquí, libertellianamente, el futuro ya fue, o el pasado contiene al futuro en un loop sin calendario.

Las instrucciones del libro performan y determinan la capacidad desnaturalizadora de la lectura estética. Baigorri Theyler propone el racconto -cuidado, por cierto- del hablar de moldes con los que poetizar las experiencias mediatizadas capilarmente por la tecnología. La “lengua desconocida” que nos suena familiar puede interpretarse como la ambición representativa que tenemos los usuarios con las redes sociales y la extrañeza virtual, esa masa nebulosa de datos que conforman aquello que también somos. (La virtualidad nos acerca a los espectros; están y no están, el modo de su no visualización ni presentificación es el modo de existencia).

El libro permea y toca una zona políticamente angustiante en la sensibilidad contemporánea de la literatura: la prescindencia de los autores a la hora de poetizar el mundo; ¿no será que la gran máquina del mundo ya tiene hecha su poesía y un algoritmo azaroso lo pone a funcionar? Que la famosa Deep Blue pudiera ganar la partida de ajedrez a sus contrincantes es lo de menos; lo que molesta es que el diagrama que forme en las jugadas que logre sean tanto o más bellas que las de Karpov, Kasparov o el que tenga enfrente. La poesía es “esclava de su forma” y aquí el autor nos lo dice, inoculándole -risueñamente, claro- el cortejo de su fin: “Un poema/ fisicoculturista/ que ceda sus dominios/ exclusivamente/ a la forma/ Un esclavo/ de su propio cuerpo”. ¿No nos remite a Góngora o a Quevedo, ciertamente esclavos de la forma de poetizar, ansiando buscar el epítome del lenguaje encerrado en un soneto? ¿no hacían poemas fisicoculturistas? ¿en qué momento se tensa y desgarra el músculo de un poema, rompiendo todo su cuerpo? He allí lo saludable de este libro, el cuestionamiento y la deriva.

“Una nueva teoría de los estados” es un vademécum nada altisonante para lectores que busquen a un mismo tiempo la alerta entre lo que “se está poetizando” y el modo en que esas experiencias pueden ser enunciadas sin quedar fuera de la Historia, es decir, quedar sin sentido. “Un poema/ declaración epistémica/ con versos que iluminen/ la conciencia de lxs lectorxs/ en cuanto consumidores/ producto/ guiadxs por el Algoritmo/ inventor divino/ de la subjetividad estadística”.


Reseña publicada originalmente en Hoy Día Córdoba 

UNA NUEVA TEORÍA DE LOS ESTADOS. 100 instrucciones para ejecutar poemas se consigue en librerías de CABA (Eterna Cadencia, Librería Hernández, Librería Norte) y de Córdoba (El Espejo, Rubén Libros y La Librería) o contactándose con Borde Perdido.