Reseña de "Una nueva teoría de los Estados" por Joaquín Vazquez.
¿Qué lugar ocupa la poesía en este contexto? En este libro publicado por la editorial cordobesa Borde Perdido, Emiliano Baigorri Theyler da sus “100 instrucciones para ejecutar poemas”.
Por un lado, entonces, la recepción virtual de los poemas. Por otro, la recepción del libro. En ambos casos hay una torsión. Baigorri introduce un elemento poético perturbador en la sucesión infinita de imágenes de la red, interrumpe el código fotográfico de Instagram; Baigorri hipotetiza en poemas, y nada detiene ese procedimiento hipotético, todo le concierne; Baigorri introduce, también, en la lógica de la enunciación de la programación computacional, funciones, como dice Lucía Malvido en la contratapa, o instrucciones, que no resultan, de buenas a primeras, ajenas al medio virtual inicial, aunque con ellas llegue, larvado, el virus de la poesía.
Por otro lado, al dar el paso de la serialización al libro, la torsión funciona en contra de las expectativas lectoras. Los poemas de Baigorri en Una nueva teoría de los estados tienen un barniz computacional, que enrarece la lectura en papel. ¿Quién o qué habla en esas instrucciones? ¿Es algo humano lo que ensaya posibilidades sobre la poesía? En un contexto para-apocalíptico como el que transitamos hace un tiempo, la matrix hablante no es una hipótesis a descartar tan fácilmente.
¿Se acuerdan de Sopa de Wuhan, esa estafa que reunía textos de eminentes filósofxs que, un tanto seniles, con hambre de futurismo y celo de videntes, dieron más pronósticos que Ludovica Squirru, Horangel y Mía Astral juntos? Menos mal que ya nos olvidamos de esa basura, menos mal que la poesía, con mucho trabajo por detrás, pero con una economía de medios muy superior, puede, como este poema, desnudar la imbecilidad colectiva camuflándose como una parte de ella. Escribe el Piru, no sin ironía: “Un poema / declaración epistémica / con versos que iluminen / la conciencia de lxs lectorxs / en cuanto consumidores / producto / guiadxs por el Algoritmo / inventor divino / de la subjetividad estadística”. La belleza de esta trampa en verso es que se sostiene en la lógica de una iteración que la antecede y que puede superarla. Ese es el procedimiento del libro: un poema y otro y otro más y otro, etc., que enuncian temas y modos de hacer poesía. El lector de este libro cae en una trampa recursiva, metapoética, en una serie de apuntes en verso que registran ideas para poemas.
Me parece que en Una nueva teoría de los estados también podemos ver fluir, si sacamos la cascarita, la sangre de algunas referencias veladas a la tradición poética latinoamericana. Hay una pretensión de abarcar la totalidad a través de la poesía o, si no la totalidad, sí un universo desmesuradamente grande de casos. La enunciación creadora de estos poemas no puede volverse sobre lo que la hace posible. Es decir, no puede cambiar las reglas que la hacen existir sin multiplicarse recursivamente. Por lo tanto, tampoco puede hacer un último poema con consciencia de estar haciéndolo. El último poema no puede enunciar, lógicamente, dentro de las reglas de este cosmos, que es el último. ¿Por qué? Porque todos estos poemas son dobles, si los consideramos desde la perspectiva del metalenguaje y la del lenguaje objeto. De allí que, cuando la forma-poema enuncia el tema-poema, vuelve a poner la zanahoria adelante del burro.
Esta construcción compleja, que Baigorri domina con maestría, bien puede ser una crítica a la voluntad agotadora de Neruda y su Canto general, o un guiño a la crítica de Borges al mismo Neruda, en la figura del pavote de Carlos Argentino Daneri, que escribía sobre el mundo mirando el aleph. Algo bastante distinto a lo que hace el Piru, que mira una palmera y baja data para ejecutar poemas.
Reseña publicada originalmente en Infobae.