Los veloces son los nuevos profundos es el
título del primer libro de poesías de Emiliano Baigorri. La editorial El ojo
del mármol llevó a estos archivos (que habían ganado el concurso de poesía 20
años de la Editorial Llanto de mudo) al formato papel sin que perdieran ni un
giga de su fuerza web. Porque hay algo de la costura digital de estos poemas
que sobrevive en la página impresa: imágenes visuales dictadas por Youtube,
yuxtaposiciones linkeras, asociaciones generadas por un hipertexto infinito y
la velocidad cibernética traducida en la brevedad y contundencia del verso.
Pero lejos de configurar un imaginario robótico, el cableado común de estos poemas
transporta una electricidad sanguínea y profundamente íntima. La de Baigorri
parece ser una poesía de monoambiente, escrita entre paredes que combaten al
monstruo asqueroso de la adultez con capítulos de Hora de aventura.
En esta suerte de bucolismo indoor, el sol es "foquito de
sesenta", los paisajes se descomponen en millones de bytes y
las geografías añoradas son las de una chica casi siempre diminuta, con pollera
escocesa o un mechón de pelo azul. Si el título revela (y esconde) mucho del
universo del libro, el epígrafe ("Y pese a todo mi paranoia sigue siendo
analógica") anuncia un paradojal elogio a la velocidad. Baigorri ofrece
una mirada pausada sobre un mundo que estalla en infinitas pantallas, una voz
serena y lisérgica en una fiesta de impresiones inquietas: "Ojalá puedas
detenerte en lo que sea".