Profetas de la Multiplicación
martes, 12 de marzo de 2024
miércoles, 6 de julio de 2022
La subjetividad estadística
Sobre UNA NUEVA TEORÍA DE LOS ESTADOS. 100 instrucciones para ejecutar poemas, de Emiliano Baigorri Theyler. Borde Perdido editora. 2021.
Por Nicolás Jozami.
Tal como si pudiéramos leer los puntitos que se colocan sobre el casillero de “Contraseña” en cualquier trámite virtual que hagamos; tal como si colocáramos los alias de las transferencias bancarias del mes, en orden para delimitar un campo semántico de la poesía actual; tal como si el “corte y pegue” de algo que se postea en Facebook remitiera a lo posteado ayer y a lo que subiremos mañana, formando un poema visual sintáctico que describe el estado estético de cosas vigente. Las redes sociales se han vuelto el diario ín(éx)timo de nuestras experiencias, un Frankenstein de saberes y desconocimientos, una manera de descubrirse y describirse a sí mismo con esa función particular de ser “un otro” jugando o apostando a estéticas del sentimiento, la sensación y la impostación bastante evidentes.
Este libro de Baigorri Theyler propone instrucciones (tal como las que seguimos al rellenar formularios, al pagar el teléfono, al colocar códigos de tarjetas, etc.) que pueden leerse como fractales moldeados en los que el sentido de los enunciados se vuelven poesía según el envase o formato en que están inscriptos. La propuesta involucra un tema filosófico: en el sentido de un poema, sea soneto o verso libre por caso, ¿cuánto de la experiencia artística depende del molde en el que está realizado? Así como la conjunción de colores y pintura en dos casas iguales es única, sabemos que esos colores cambiarán y serán distintos en cada habitáculo según cómo esté dispuesta y cómo le dé la luz y el sol, ya que las dos casas no pueden estar en un mismísimo lugar simultáneamente; lo mismo sucede con la experiencia estética; la poesía del presente -hasta la hecha por máquinas, tal como la que sale en uno de los epígrafes del libro- no puede obviar, o debe retomar -en su lectura- aquello de que “el medio es el mensaje”.
El vértigo maquínico-virtual de Internet puede ser entrevisto detrás de los cien textos del autor; da la sensación de que todo ya está escrito en Internet, toda la poesía posible como bots que lanzaran huesos de bytes a cada franja de lectores (recordemos que Alberto Laiseca decía que Internet era el Príncipe de las Tinieblas). Vamos con algunos ejemplos: “Un poema/ tecnológico sensorial/ como una app/ del futuro/ con palabras que podés/ saborear/ al pasar al lengua/ sobre la pantalla:/ Ryan Gosling/ iPhone 11/ Levi´s/ Playadito/ Cris Miró/ Random House”. Un bazar al que el método de búsqueda del usuario debe darle sentido, he allí la nueva forma de hacer-leer poesía. Veamos otro: Un poema/ “efecto mariposa”/ como un acontecimiento/ social-total en el que/ alguien, al otro lado/ del mundo/ lee un verso extraño/ y tres meses después/ media humanidad/ lo repite sin poder/ controlarse hasta/ quedar exhausto/ o morir/ (debe contener/ una paráfrasis invertida/ a Gandalf el Gris:/ “Saruman/ cree que solo/ un gran poder/ puede ejercer/ el mal. Pero yo descubrí/ que son las pequeñas cosas:/ las acciones cotidianas/ de la gente ordinaria/ mantienen el bien a raya”). He aquí cómo la virtualidad contiene literalmente a la realidad, o a eso que denominamos realidad. Uno más: Un poema/ sarcástico/ como un mensaje/ tallado/ sobre la piedra/ que diga/ “me gusta”/ o/ “hace una marca/ si estás leyendo esto/ en el 2400”. Aquí, libertellianamente, el futuro ya fue, o el pasado contiene al futuro en un loop sin calendario.
Las instrucciones del libro performan y determinan la capacidad desnaturalizadora de la lectura estética. Baigorri Theyler propone el racconto -cuidado, por cierto- del hablar de moldes con los que poetizar las experiencias mediatizadas capilarmente por la tecnología. La “lengua desconocida” que nos suena familiar puede interpretarse como la ambición representativa que tenemos los usuarios con las redes sociales y la extrañeza virtual, esa masa nebulosa de datos que conforman aquello que también somos. (La virtualidad nos acerca a los espectros; están y no están, el modo de su no visualización ni presentificación es el modo de existencia).
El libro permea y toca una zona políticamente angustiante en la sensibilidad contemporánea de la literatura: la prescindencia de los autores a la hora de poetizar el mundo; ¿no será que la gran máquina del mundo ya tiene hecha su poesía y un algoritmo azaroso lo pone a funcionar? Que la famosa Deep Blue pudiera ganar la partida de ajedrez a sus contrincantes es lo de menos; lo que molesta es que el diagrama que forme en las jugadas que logre sean tanto o más bellas que las de Karpov, Kasparov o el que tenga enfrente. La poesía es “esclava de su forma” y aquí el autor nos lo dice, inoculándole -risueñamente, claro- el cortejo de su fin: “Un poema/ fisicoculturista/ que ceda sus dominios/ exclusivamente/ a la forma/ Un esclavo/ de su propio cuerpo”. ¿No nos remite a Góngora o a Quevedo, ciertamente esclavos de la forma de poetizar, ansiando buscar el epítome del lenguaje encerrado en un soneto? ¿no hacían poemas fisicoculturistas? ¿en qué momento se tensa y desgarra el músculo de un poema, rompiendo todo su cuerpo? He allí lo saludable de este libro, el cuestionamiento y la deriva.
“Una nueva teoría de los estados” es un vademécum nada altisonante para lectores que busquen a un mismo tiempo la alerta entre lo que “se está poetizando” y el modo en que esas experiencias pueden ser enunciadas sin quedar fuera de la Historia, es decir, quedar sin sentido. “Un poema/ declaración epistémica/ con versos que iluminen/ la conciencia de lxs lectorxs/ en cuanto consumidores/ producto/ guiadxs por el Algoritmo/ inventor divino/ de la subjetividad estadística”.
Reseña publicada originalmente en Hoy Día Córdoba
UNA NUEVA TEORÍA DE LOS ESTADOS. 100 instrucciones para ejecutar poemas se consigue en librerías de CABA (Eterna Cadencia, Librería Hernández, Librería Norte) y de Córdoba (El Espejo, Rubén Libros y La Librería) o contactándose con Borde Perdido.
jueves, 27 de enero de 2022
“Una nueva teoría de los Estados”. ¿Cuál es la palmera de los poetas?
Reseña de "Una nueva teoría de los Estados" por Joaquín Vazquez.
¿Qué lugar ocupa la poesía en este contexto? En este libro publicado por la editorial cordobesa Borde Perdido, Emiliano Baigorri Theyler da sus “100 instrucciones para ejecutar poemas”.
Por un lado, entonces, la recepción virtual de los poemas. Por otro, la recepción del libro. En ambos casos hay una torsión. Baigorri introduce un elemento poético perturbador en la sucesión infinita de imágenes de la red, interrumpe el código fotográfico de Instagram; Baigorri hipotetiza en poemas, y nada detiene ese procedimiento hipotético, todo le concierne; Baigorri introduce, también, en la lógica de la enunciación de la programación computacional, funciones, como dice Lucía Malvido en la contratapa, o instrucciones, que no resultan, de buenas a primeras, ajenas al medio virtual inicial, aunque con ellas llegue, larvado, el virus de la poesía.
Por otro lado, al dar el paso de la serialización al libro, la torsión funciona en contra de las expectativas lectoras. Los poemas de Baigorri en Una nueva teoría de los estados tienen un barniz computacional, que enrarece la lectura en papel. ¿Quién o qué habla en esas instrucciones? ¿Es algo humano lo que ensaya posibilidades sobre la poesía? En un contexto para-apocalíptico como el que transitamos hace un tiempo, la matrix hablante no es una hipótesis a descartar tan fácilmente.
¿Se acuerdan de Sopa de Wuhan, esa estafa que reunía textos de eminentes filósofxs que, un tanto seniles, con hambre de futurismo y celo de videntes, dieron más pronósticos que Ludovica Squirru, Horangel y Mía Astral juntos? Menos mal que ya nos olvidamos de esa basura, menos mal que la poesía, con mucho trabajo por detrás, pero con una economía de medios muy superior, puede, como este poema, desnudar la imbecilidad colectiva camuflándose como una parte de ella. Escribe el Piru, no sin ironía: “Un poema / declaración epistémica / con versos que iluminen / la conciencia de lxs lectorxs / en cuanto consumidores / producto / guiadxs por el Algoritmo / inventor divino / de la subjetividad estadística”. La belleza de esta trampa en verso es que se sostiene en la lógica de una iteración que la antecede y que puede superarla. Ese es el procedimiento del libro: un poema y otro y otro más y otro, etc., que enuncian temas y modos de hacer poesía. El lector de este libro cae en una trampa recursiva, metapoética, en una serie de apuntes en verso que registran ideas para poemas.
Me parece que en Una nueva teoría de los estados también podemos ver fluir, si sacamos la cascarita, la sangre de algunas referencias veladas a la tradición poética latinoamericana. Hay una pretensión de abarcar la totalidad a través de la poesía o, si no la totalidad, sí un universo desmesuradamente grande de casos. La enunciación creadora de estos poemas no puede volverse sobre lo que la hace posible. Es decir, no puede cambiar las reglas que la hacen existir sin multiplicarse recursivamente. Por lo tanto, tampoco puede hacer un último poema con consciencia de estar haciéndolo. El último poema no puede enunciar, lógicamente, dentro de las reglas de este cosmos, que es el último. ¿Por qué? Porque todos estos poemas son dobles, si los consideramos desde la perspectiva del metalenguaje y la del lenguaje objeto. De allí que, cuando la forma-poema enuncia el tema-poema, vuelve a poner la zanahoria adelante del burro.
Esta construcción compleja, que Baigorri domina con maestría, bien puede ser una crítica a la voluntad agotadora de Neruda y su Canto general, o un guiño a la crítica de Borges al mismo Neruda, en la figura del pavote de Carlos Argentino Daneri, que escribía sobre el mundo mirando el aleph. Algo bastante distinto a lo que hace el Piru, que mira una palmera y baja data para ejecutar poemas.
Reseña publicada originalmente en Infobae.
viernes, 20 de abril de 2018
Sobre el pasto de Urón (Safari y Tanco)
mientras, las olas
de lava se sacuden y
el viento arrastra el vapor
hacia el exterior,
una de sus novias
rueda pendiente abajo
para incendiarse
en el instante
Safari mira con nostalgia
el reguero de sangre blanca y
felpuda que ella ha ido dejando
como huellas de la calamidad
insignificante de una vida
y él sólo
puede pensar
en los pastos de Urón
los mechones de su barba
Safari piensa:
el fondo de mi alma y
se parece al fondo
de la suya
Por esa
razón
me ama
lo comprendo
porque
acaso amar
¿no es tener el tiempo
suficiente para hurgar
en el fondo del otro
y encontrar algo
que se nos parece
pero que es
absolutamente extraño
como cavar y cavar
en una pradera
de algún planeta desconocido
y encontrar un hueso,
un hueso roído
por otros dientes?
por las nebulosas
las mañanas son claras
casi transparentes
de promesas.
cruzando las habitaciones
y las compuertas.
en círculo cerrado
sobre las baldosas
de un patio fingido.
anula cualquier posibilidad de proyecto.
cuando se ha olvidado
el origen
la conciencia del artificio
es lo de menos.
desorbitada
a contra pelo de las leyes de la física.
rastrear la estela de la orina vieja
en milenios de permanencia flotante.
es la voz, el llamado.
estructura sentimental
en derrotero brusco
asteroide vibrante
diminuto cuerpo
en deriva pautada
por el mapa cósmico
de lo refulgente.
invaden la noche
en las ciénagas de Iris
y él
enchastra sus patas
y piensa,
piensa mucho.
los bigotes de Safari
tiemblan y se retuercen
hasta que dejan atrás
las nubes de Tlupón
y del otro lado
el polvo
es verde y amarillo
pero él está nadando
en un violeta oscuro
lejos de allí
como un asteroide
en el punto más distante
de su orbitación
alrededor de Urón
para esquivar
una gran ola
de basura espacial
descendemos en Kritón
a tomar algo fresco
su lengua afuera
un géiser de nitrógeno
No quiere perderse
la vista excepcional
de la lluvia de diamantes
de Noptenu
datos buscando
configuraciones químicas
desconocidas. Safari entonces
para distraerse de la monotonía
del planeta blanco se pone sus auriculares
y sale de paseo. De improviso, como todo lo que
sucede en ese planeta en el que poco sucede, una
tormenta surge desde el horizonte. Safari de espaldas
a la tormenta no la nota: trota trepa salta y no escucha los
llamados de Tanco. Es tarde y la tormenta está encima de él.
letales que revuelve la tormenta, Safari tiene terror de morir y
vomita sobre la superficie plateada de la laguna de hielo.
You and me, you and me suena en sus auriculares.
Una fuerza lo detiene, algo que viene de otros
tiempos y que en otros lenguajes se llama
bilis negra, se frena y el filo de sus garras
desgarra el hielo como un estirado
y débil papel y las rayas
que dibujan los cortes
que se producen
en la superficie
helada
duplican
su figura
como
en un
espejo
con el tiempo
algo que hace ir todo
hacia atrás
y las esporas de sus pelos
regresan a las flores
y su vómito vuelve a su estómago
y todo va cada vez más rápido
la nave las constelaciones y el fuego
hasta que la nave aterriza
una vez más en Urón
Lo extraño es que la canción
sigue hacia adelante
todo ha pasado antes de que la canción termine
y cuando llega al final
el dibujo de Safari que Safari ve moverse
en el hielo
deja de correr hacia las praderas de Urón
feliz como la primera vez, feliz.
La canción termina
y Safari se encuentra
de nuevo sobre el hielo
resquebrajándose
y cuando se rompe
no se ahoga
no cae en un fondo líquido
sino que hay más hielo
capas y capas
de fino hielo
con pasillos de aire
infinitos
cruzando nebulosas
de roca pesada
los miasmas de luz
son brillantes
como las voces
de los seres
que ahí descansan
y repiten fórmulas olvidadas
que expresan
el dolor lleno
de pasado y por venir.
Safari
como queriendo aliviarlos
del peso de la eternidad
les narra un cuento
donde él corre y
entierra huesos
en los pastos de Urón
¿de qué materia está hecha esta obsesión?
Si pudiera hablar, Safari respondería:
Fabricado con la corriente que conecta los filamentos de las ilusiones,
su materia no es inmaterial
sólo es invisible
Somos prófugos de la justicia intergaláctica y debemos escapar, pero
mientras comés tu tostada resintetizada y me mirás
inquisidor, incomprensivo y molesto
yo tengo el consuelo de haber conocido las heridas de sus tallos
al doblarse con el viento helado,
el aroma de su sangre desprendida
y he dejado las huellas de mis garras
sobre su oscura y blanda tierra
como si firmara un pacto,
una sugerencia de propiedad que no diferencia
en la pertenencia
al sujeto del objeto
De mí a su violeta
puede caber el universo entero
sin embargo, el espacio
no puede ser una medida de separación,
al igual que la huida no puede excluir la permanencia
de espacio a espacio no hay distancia
y el recorrido de un punto a otro
sólo es la extensión de la existencia sobre sí misma
Quiero hacerlo
una vez más
sobre el pasto de Urón
jueves, 22 de marzo de 2018
Alejandro Roca 2017
Negocios que alquilan DVDs como si internet no existiera
el bar con mostrador lleno de viejos, los adolescentes
viéndose las caras vuelta tras vuelta del perro.
No es sólo que no haya computadoras a la vista. No son estas opiniones
políticas mezquinas o nulas, ni su práctica de la hospitalidad.
Cosas a las que me había desacostumbrado
las casas familiares de los pueblos
las comidas generosas y sencillas
asado y ensaladas, huevos rellenos, vino y soda
todo tipo de gaseosa, frutas de postre, queso y dulce
mate con facturas y torta o masitas
dulces, saladas, con almíbar y gusto a ajenjo
gente que pasa y saluda, parientes que no son parientes
pero que son la imagen ideal de un pariente.
Algo quizá del retraso masculino, algo de la paciencia cargada
de sacrificio de las viejas
sus hijos perdidos, sus hermanos enfermos, sus maridos muertos
el cuerpo deformado por las labores de campo desde niñas.
Ordeñá la vaca, cortá la manteca para vender
llevá los quesos, amamantá el niño
subí a la bici, hacé el reparto
regresá a hacer la comida
para tu esposo, tus hijos, tus hermanos
y de viuda cuidá a tu suegra hasta su muerte
y después a tus cuñados hasta sus muertes
y a tus hijos hasta que se pierdan o se mueran.
Algo que tiene que ver con darme cuenta
de lo poco que gano, de lo mucho que gasto
en la ciudad de la imposibilidad .
Algo de todo eso tiene que ser.
Pero también otras cosas.
La lectura de los poemas de Carver, a los cuales me abrazo
a través del e-reader para intentar conciliar
la siesta bajo el aparatoso ruido del ventilador.
La cena en la vereda mientras un tele desde el interior
de la casa reproduce la entrega de los Oscars
nadie le presta atención, no ubican a Ryan Goslin
su gesto derrotado, su risa de me lo imaginaba
a nadie le importa el error histórico
de la última entrega en 89 años de premiaciones
los mismo años que tiene la dueña de casa
última representante de un perfecto español italinizado.
Algo que se desprende de la contradicción
que representan mis puchos armados
de la ausencia de todo deseo sexual sofisticado
y de este insomnio
en el que no dejo de recordar
la tarde pasada
la ida al campo
Obama, el pequeño toro negro sin castrar
y Melania, la ternerita que no puede beber
de la ubre hinchada de su madre.
El tiempo incrustado en sus rostros.
Todo esto acabará y no quedarán huellas.
Como esas viejas
cuando llegue la hora
sólo espero ver a mis muertos.